Los rayos de Luna penetraban en la habitación y en su cordura como jeringuillas llenas de líquido desconocido por primera vez.
Luego el brazo amoratado escribía sin sentido en un sucio papel en blanco rellenando poco a poco los infinitos huecos de él.Después, dejando que la nada irrumpiese en su sonrisa pintada, comenzó a llorar versos y sangre.
Tristes versos para tan dulce sangre, llena aún de inocencia y fe en quien nunca había existido.
Lágrimas llenas de preguntas atemporales, le hacían creer en la falsa eternidad que todos anhelamos, y sin sentido alguno, cogió la maleta y se fue.